miércoles, 7 de agosto de 2013

Fulgor


En esta pintura visualicé como centro una manzana que se mezcla y toma la forma del Sol, absorbiendo su luminosidad y convirtiéndose ambos en uno.
Los tonos cálidos se apropian del paisaje, captando la esencia de este centro para desplegarse en una gama de amarillos, naranjas y rojos, en un juego de luces y sombras.
El Sol proporciona un matiz ocre a las hojas y ramas del árbol del cual cuelga el fruto, proyectando sombras coloradas propias del momento que podría ser un amanecer o un ocaso, según la interpretación de quien lo observe. Desde mi punto de vista personal, se trata del crepúsculo.
Asimismo, la luz se proyecta en el apaciguado río teñido de dorado, que transmite un sentimiento de tranquilidad propio del agua, que se vuelca en la totalidad del paisaje gracias a los tonos cálidos utilizados.








Tengo que admitir que el agua es algo que siempre me costó, pero estoy conforme con el resultado final.
A continuación se puede observar el fuerte contraste entre mis dos últimas obras que representan lo opuesto: la oscuridad y la luz.







En los próximos días estaré publicando este mismo trabajo en una versión de tonalidades frías que crea un efecto muy diferente...


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